DOS CUMBRES, DOS PAISAJES. Mientras se ha clausurado la Cumbre de los Pueblos con una Declaración Final y siguen los escarceos diplomáticos en la IV Cumbre de las Am...

DOS CUMBRES, DOS PAISAJES.

Mientras se ha clausurado la Cumbre de los Pueblos con una Declaración Final y siguen los escarceos diplomáticos en la IV Cumbre de las Américas, se advierten claramente dos visiones distintas que, si bien sabemos que lo son, merecen ser esclarecidas para poder comprender lo crucial, lo que se está jugando en Latinoamérica.
 
En un contexto de generalizado repudio hacia el Imperio, personificado en el Emperador Georges W. Bush, materializado en las marchas realizadas en Mar del Plata y en Buenos Aires gracias a la presencia de vastos sectores de la sociedad argentina, desde los partidos de izquierda a las organizaciones de Derechos Humanos y advirtiéndose la notoria y llamativa ausencia de aquellas dedicadas a la defensa de los derechos de las personas con discapacidad, se desarrollaron deliberaciones teñidas del color particular de las conveniencias Imperiales como del Gobierno Nacional y a la medida de los intereses de las élites económicas latinoamericanas.
 
Así, encontramos dos distintas visiones que, en cierta forma, pueden llevarnos a comprender el equilibrismo realizado por Kirchner y Chávez como también la apresurada partida del Emperador junto al sabor insípido de la Declaración de los Pueblos que, si bien pinta un paisaje distinto, no deja de constituir una mera expresión de deseos antes que una proposición concreta de articulación de fuerzas tendientes a terminar con el continuismo neoliberal.
 
En efecto, se realizó una Cumbre de los Pueblos más cercana a encauzar la lógica protesta social que a definir los mecanismos por los cuales el campo popular pueda intervenir decisivamente, como grupo de presión, en las decisiones de los estadistas latinoamericanos. Desde luego, sin dejar de lado la enorme importancia de esta aglutinación de organizaciones y sectores sociales, en su diversidad cultural, resulta interesante tener en cuenta que han coexistido diversas tendencias políticas, las cuales tienen matices en su ideario y que, a lo largo de este encuentro, solamente fijaron la razón de ser en el rechazo al Emperador y sus políticas pero se olvidaron, sin dudas, de los ejecutores locales; es decir, en la mayoría de los Estados latinoamericanos con excepción de Venezuela y la nuevamente excluída Cuba, gracias a los mandatos imperiales de 1962.
 
Se puede declarar la resistencia, pero también se debe articular su modalidad dejando de lado los egoísmos dirigenciales, los que impiden una convergencia entre la teoría y la praxis con el fin de construir una Latinoamérica libre, justa y soberana de cara al siglo XXI, de la mano de un socialismo mediante el ALBA y el ALCHA, propuesto por Hugo Chávez Frías en su discurso del Estadio Mundialista de Mar del Plata.
 
Por otro lado, las pretensiones imperiales acerca del ALCA, en una nueva renovación de las estrategias desarrolladas por los Estados Unidos desde 1945, apoyadas por México y varios Estados centroamericanos como por Chile, jugaron un rol preponderante en la indefinición de la Declaración de la Cumbre de Jefes de Estado. Dividieron aguas, en forma sustancial, para provocar un fuerte disenso que se materializó en la verba del Presidente mexicano Fox, nuevo vocero del Imperio en Latinoamérica, que fue sutilmente acompañado por el Presidente Lagos, motivando una disputa agria con la diplomacia argentina y de los Estados integrantes del MERCOSUR.
 
Si bien los Estados Unidos tenían en claro que esta imposición no iba a cuajar en el seno de las deliberaciones, sin dudas, buscaron la división para aprovechar los intersticios de las relaciones bilaterales, tal como lo hicieron con el NAFTA y el Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado con Chile y que pretenden hacer firmar a Palacio, en Ecuador y en Colombia, a Uribe Vélez. Nuevamente, podemos advertir las ansias imperiales con respecto a los recursos naturales de Latinoamérica pues esta estrategia tiene un solo fin: apoderarse del petróleo ecuatoriano y colombiano como también del Acuífero Guaraní.
 
En suma, nos encontramos con un paisaje idealista, sin proposiciones prácticas con respecto al poder político imperante en cada uno de los Estados latinoamericanos, de la Cumbre de los Pueblos y con otro, demasiado realista pese a los severos obstáculos encontrados por el Imperio, de la mano de un discurso del Presidente Kirchner y de las fintas de Hugo Chávez. Sin embargo, ambos paisajes reconocen debilidades de las organizaciones políticas y sociales como del Imperio, pues las primeras no han sabido buscar los instrumentos necesarios para la construcción política y social de otra Latinoamérica y el segundo, ha ganado la pulseada, en forma relativa, porque ha sentado las bases para una negociación bilateral aunque ello suponga una pérdida sustancial de su influencia en el Cono Sur; al menos, en el corto plazo.
 
Dos Cumbres, dos paisajes. Dos visiones, dos sueños. Y ambos confluyen en una natural convivencia, mientras la pobreza y la indigencia avanza geométricamente al igual que la discapacidad sigue arrasando con la población económicamente activa, sin que nada ni nadie pueda atisbar, aunque sea, una luz para encontrar el camino hacia una Latinoamérica libre, justa y soberana...
 
Prof. Juan Carlos Sánchez
Cs. Jurídicas, Políticas y Sociales
(I.S.P. "Dr. Joaquín V. González")

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