Recuerdos de un periodista El tiempo pasa. Todo cambia. Pero la esencia de cada una y cada uno de nosotros suele ser poco maleable a los vientos fuertes de cada etapa...

Recuerdos de un periodista

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El tiempo pasa. Todo cambia. Pero la esencia de cada una y cada uno de nosotros suele ser poco maleable a los vientos fuertes de cada etapa de nuestras vidas, aunque ello no lo parezca.

Cromañón. Darío y Maxi. Las vicisitudes de una discapacidad no siempre comprendida por muchas y muchos. Son hechos y circunstancias que me han llevado por este hermoso camino que hoy se celebra en nuestro país. Pero los pude narrar gracias a Internet, ese medio al cual me empujara mi hermano allá por el año 2000, cuando llegó la primera computadora a mi casa. Y allí me convertí en comunicador nato. De lo bueno y de lo malo. De alegrías y de tristezas. De encuentros y desencuentros. De corduras locas y de locas corduras. De todo lo que me rodeaba en este mundo problemático y febril, en ritmo vertiginoso, para dar cuenta de aquello que se ocultaba, que no se contaba y que se tergiversaba.

2003 fue un año militante, donde mi propia discapacidad auditiva me llevó a la lucha permanente. Pronto advertí los intereses creados y encontrados en ese mundo tan particular dentro del colectivo y fuera de él. De alguna forma había que ponerlos en evidencia, para intentar encontrar el camino hacia la accesibilidad plena. Y no estoy hablando, como suelen hacerlo muchos gurúes en charlas y conferencias, de la arquitectónica sino de aquella que se refiere a la efectiva vigencia de los derechos que les corresponden a las personas con discapacidad, cualquiera que sea.

El 31 de diciembre de 2004 ocurrió la mayor tragedia porteña. 194 jóvenes perdían su vida a manos del negocio, del mercado vil y de un Estado que no quiso prevenir, porque sus funcionarios prefirieron ceder a la venalidad. Fue esa noche donde todo cambió, armando una cadena de contrainformación a través del correo electrónico para colaborar con la búsqueda llevada a cabo por los familiares de las víctimas. Luego, el Diario El Torrenti, de Valencia (España), dió lugar a mis columnas sobre la tragedia y posteriormente, me cobijó Argenpress, uno de los sitios de opinión que constituye un baluarte de la contrainformación en nuestro país.

Pero ese impulso no pudo parar jamás. Aún con pausas, resulta evidente la necesidad de buscar el soporte necesario para tanta información que recibía y que se ocultaba en los medios hegemónicos. Así nacería Gacetillas Populares en el 2005, donde comencé a sistematizar la publicación de las informaciones que recibía y publicaba mis notas. Pero algo molestaba al poder y lo hackearon. Y vuelta al ruedo con Gacetillas Argentinas, el blog que dirijo y en donde continúo mi tarea contrainformativa acerca de lo que ocurre en nuestro país, Latinoamérica y el Mundo.

Diez años de periodismo pueden ser muchos o pocos. Pero lo cierto es que cambió mi rol en la sociedad y su influencia en ella, pronto se notaría en el mundillo de aquellos a quienes se desdeña también desde el Estado.

Y en ese camino continuamos. No es poca cosa. Con unos años más y canas por doquier, con días buenos y malos, con o sin cortes de Internet y con esa fuerza, hoy un poco disminuída, seguimos la lucha en la trinchera virtual.

De eso se trata. De luchar y no abandonar en el intento. De seguir construyendo un camino anticapitalista y antiimperialista. De continuar evadiendo los muros del capital sin pausa, para motorizar la única salida posible: el socialismo.

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