Defienden aquello que les pretenden arrancar
por la fuerza de los vanidosos sillones,
en andar decidido y así buscar,
que los escuchen aquellos señorones.
Negros y azules hombres los esperan en claro provocar,
apenas llegan a ese edificio donde vuelan los millones
para esos pocos que saben traficar
y olvidando que conocen a esos matones.
Nada importa en ese camino para despotricar,
para exigir que se pongan los pantalones
ante los poderosos que quieren, al pueblo, ahorcar
y sacarlos con claras acciones.
Vuelan los palos que se disponen a derrocar
ese canto de libertad que, en el medio de los grises baldosones,
inunda y amenaza desbocar
esas interesadas intenciones.
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